Mi trabajo no es sustituible por una inteligencia artificial, pero algún día lo será

Reconozco que me decidí por este titular porque “Si crees que tu trabajo es sustituible, posiblemente lo sea” me parecía excesivamente violento; pero es la idea que vengo a expresar.

Últimamente se ha estado hablando mucho demasiado sobre el hecho de que algún día las inteligencias artificiales harán el trabajo que hoy en día hacen los humanos. Específicamente en el sector del diseño y, tras el éxito que están teniendo aplicaciones como Lensa, hay todo un movimiento en Instagram y otras redes sociales donde artistas digitales piden parar el “arte de las inteligencias artificiales”, como si ese brindis al sol fuese a llegar a algún lado. Y es que mi opinión al respecto es que seguramente sí, algún día una inteligencia artificial hará el trabajo que haces tú hoy en día, y esto puede no sonar muy optimista, pero tiene matices.

Lo siento, hay trabajos que son (y deberían) ser sustituidos por máquinas.

Ha ocurrido siempre y siempre ocurrirá. Cuando mi madre era niña, las familias compraban hielo a un vendedor ambulante para conservar la carne fresca dentro de un arcón. Ni el hielo duraba toda la semana, ni el arcón era sumamente higiénico.

Entonces aparecieron las neveras.

Algo antes, una ocupación muy popular entre los adolescentes y estudiantes de Londres y otras capitales europeas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, era el oficio de despertador. Estos chavales caminaban por las calles de madrugada cargados con una pértiga y una escalera para despertar, mediante golpecitos en la ventana, a aquellos vecinos que previamente habían acordado con ellos una hora concreta. Al ser despertado, el usuario de este servicio abría la ventana y lanzaba una moneda al muchacho, que volvería a desempeñar dicha función el día siguiente.

Y entonces aparecieron los relojes con despertador.

Pensar hoy en día en pagar a alguien para que nos despierte cuando podemos obtener el mismo resultado rápido, gratis y sin margen de error desde nuestro móvil, nuestro reloj de muñeca e incluso desde nuestra cafetera, nos resulta ciencia ficción e incluso un poco divertido. Pero lo cierto es que hubo un día donde una máquina sustituyó el trabajo de las personas que despertaban vecinos por las mañanas o vendían hielo por las calles, entre otros muchísimos más.

Reconozco que todavía tengo demasiadas reticencias o barreras mentales como para que me parezca atractiva la idea de ser operado por un robot autónomo el día de mañana, que mi plato favorito de mi restaurante habitual para celebrar momentos vitales importantes me lo prepare y sirva un ente no humano, o disfrutar de una canción generada por una inteligencia artificial de la misma forma que se me eriza la piel cada vez que escucho Oniria e Insomnia. Pero en cambio, considero que es un avance comprar las entradas de un concierto, una proyección o una obra de teatro mediante cuatro clicks en internet (en lugar de tener que acercarme a la taquilla del local en cuestión), poder hacer el fast check in de los hoteles o entrar a un supermercado, coger lo que quiero y directamente salir sin pasar por caja porque ya me han cobrado el importe automáticamente (algo que yo mismo probé en Nueva York un par de veces y funciona bastante bien). Por otra parte, todos los que hemos volado desde la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas o hemos montado en la línea 9 del metro de Barcelona sabemos lo que es ser pasajeros de un tren sin maquinista o llevamos décadas usando cajeros automáticos para sacar dinero en lugar de tener que hacer una cola para ello dentro de la entidad bancaria.

Ojalá algún día no hablemos de empleados de limpieza, funcionarios que rellenan los mismos formularios de registro una y otra vez o incluso taxistas de la misma forma que hoy en día no hablamos de vendedores ambulantes de hielo o profesionales del despierte.

“Despertadores profesionales” en Londres en la primera década del siglo XX.

El trabajo humano, la dedicación personal y la artesanía siempre serán valorados, pero sólo en ciertos contextos.

La evolución de los mercados tiende a generar democratización del consumo. Como nunca he sido bueno teorizando, siempre he sido un profesor amante de la práctica y no de la teoría, por eso voy a explicar este punto poniendo sobre la mesa distintos ejemplos (para variar): IKEA tiene en su catálogo vasos de cristal por menos de 1 euro y un pack de seis copas de vino por nada más que 4 euros. Estos productos industriales, de los cuales se fabrican miles de unidades por minuto, comparten catálogo con sillas de madera contrachapada desde poco más de 20 euros y altavoces Bluetooth desde 25 euros. Pero no sería correcto decir que IKEA está quitando clientes al artesano del vidrio que trabaja el Cristal de Bohemia, a fabricantes y vendedores de sillas de diseño como Vitra o Herman Miller o a firmas de audio vanguardista como Bang and Olufsen o Bowers & Wilkins. Lo que está haciendo IKEA es facilitar que el público general tenga acceso a productos de fabricación masiva y calidad media por un precio moderado. Esto es la definición por excelencia de diseño democrático.

El usuario que compra sillas en IKEA por 20 euros quizás piense que es una locura comprar una silla a Herman Miller por más de 700; igual que el que tiene en mente gastar 12 ó 20 en un altavoz inalámbrico jamás se se plantearía gastar 400 ó 600 en uno de la serie BeoPlay. Estos productos premium son exclusivos, artesanos, a veces únicos, muchos de ellos se hacen directamente a medida, se diseñan, iteran y revisan durante un periodo prolongado de tiempo y prometen un nivel de excelencia y calidad que difícilmente se podemos igualar por menos precio. Y esto es lo que debemos usar como ejemplo y comparar cuando hablamos de que “las máquinas nos van a quitar el trabajo” a todos aquellos que nos dedicamos a la creatividad y la innovación en un ámbito o en el otro.

Acabo dejándote un par de ejemplos más con la intención de validar la hipótesis que planteo en este punto:

  • Que McDonald’s venda hamburguesas industriales no ha quitado el trabajo a los locales de hamburguesas gourmet cocinadas con productos de calidad y que son obra de equipos como Goiko Grill, The Fitzgerald, La Bistroteca o la Oval de Barcelona.

  • Que Nespresso distribuya café de cápsulas no ha quitado el trabajo a tostadores y cafeterías de café de especialidad como Toma Café o Right Side Coffee.

  • Que Primark fabrique camisas de cuello blanco no ha quitado el trabajo a firmas textiles internacionales como Tommy Hilfiger, Hugo Boss o Calvin Klein, con productos de excelente calidad.

Hablemos de la renta básica universal.

El debate de la renta básica universal está demasiado politizado y mi intención tampoco es alargar este post al doble, pero creo que si no construimos un futuro donde el trabajo no sea obligatorio, estaremos remando en el sentido equivocado.

–¿Y por qué le gustaría conseguir este trabajo?

–Porque necesito el dinero.

Me encanta mi trabajo. Tengo la suerte de trabajar en lo que más me gusta, de sentir que aporto valor a cientos de miles de usuarios personas y, gracias a mi trabajo, cada mañana de mi vida es una aventura distinta. Además, si no me pongo a romantizar con el argumento de “mi jefe son los clientes y usuarios de mis productos”, podríamos decir que mi único jefe soy yo mismo. Pero soy consciente de que esto es un privilegio del que no todo el mundo goza.

Existen trabajos tediosos, trabajos precarios, trabajos mecánicos y trabajos insufribles. Trabajos que causan ataques de ansiedad, que separan familias y parejas por culpa de localizaciones y horarios o que, directamente, perjudican tu salud mental o forma física. Creo en un futuro donde este tipo de trabajos no los realicemos nosotros (los humanos) y podamos utilizar ese tiempo para dedicarnos a nuestros hobbies, para estudiar e investigar (tanto con el objetivo de ampliar conocimientos y crecer personalmente como para aportar valor a la humanidad) o incluso a desempeñar actividades creativas, artísticas o de cualquier otro tipo que no requieran pasar 8 ó 10 horas al día durante 35 ó 40 años de nuestra vida haciendo algo que odiamos profundamente.

Posiblemente seamos muchos los que queramos seguir trabajando y también otros tantos podrán sacar rentabilidad de esos hobbies que hemos mencionado, pero confío en que la opinión de la sociedad con respecto a que todo el mundo debe tener un trabajo (o esa lacra que nos han inculcado a todos de que “el trabajo dignifica”), cambie radicalmente como otras muchas cosas han cambiado y evolucionado.

Qué nos pasará a los diseñadores de producto digital.

Si tuviese que resumir el proceso que seguimos en mi estudio para realizar un proyecto estándar de diseño de producto digital, en grandes rasgos comenzaría con una introspección en los planes de futuro y productos actuales del cliente, seguido de un research del mercado al que se quiere dirigir, y continuaría con la definición de flujos de navegación y wireframes, generación de una librería o sistema de componentes y estilos que conforman el producto y el diseño de las instancias o casuísticas del mismo; además de realizar distintos tests y validaciones en diversos puntos de este camino que hemos descrito. Esto es algo que a día de hoy no puede hacer una inteligencia artificial; pero algún día podrá. Y es entonces cuando volvemos al segundo punto que hemos tratado en este post.

Creo que si las necesidades actuales de tu negocio o proyecto las cubres con “profesionales” que encuentras en páginas como Fiverr, en las que un grupo de personas que cobran 2 dólares por hora utilizan plantillas y recursos gratuitos prefabricados para generar un logotipo, un flyer o una landing, muy posiblemente puedas obtener los mismos resultados o incluso mejores y más completos por el mismo o menor precio con una inteligencia artificial en un par de años meses. De igual manera que no creo en un futuro donde quepan las agencias de marketing que te venden una web en 10 días por 300 euros debido a que sólo tienen que cargar un WordPress en un servidor y modificar una plantilla que en algún momento compraron por 20 dólares.

Sin querer sonar hipócrita ni tampoco corto de miras, mi visión es distinta con respecto a los que nos dedicamos a analizar y razonar sobre comportamientos de usuarios para sacar conclusiones y, en base a ellas, tomar decisiones que pueden hacer que una empresa levante una ronda de 20 millones de euros o, por el contrario, reduzca sus beneficios y no pueda pagar las nóminas del trimestre siguiente. En especial, porque creo que el punto en el que más ventaja llevamos en esta “competición” (si la hay) es en el de la innovación. Una parte de nuestro trabajo consiste, efectivamente, en analizar cosas que hemos hecho en el pasado y que han funcionado para aplicarlas de nuevo; pero por otra parte, cuestionamos estos mismos puntos y diseñamos soluciones radicalmente distintas buscando factores diferenciales o innovación en los mismos. Y es así como surgen las tendencias y cómo tu producto se convierte en referencia.

Darwin afirmaba que “no sobrevirán las especies más rápidas ni las más inteligentes, sino las que mejor se adapten al cambio”. Los vendedores ambulantes de hielo que sobrevivieron fueron los que dejaron de vender hielo y pasaron a vender neveras antes de que fuese demasiado tarde. Para cuando “una máquina” haga el trabajo que hoy en día hago yo, confío en haberme sabido adaptar a tiempo para estar un escalón arriba y sobrevivir.

Si no soy capaz de conseguir esto, quizás yo también debía ser sustituido.

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