Así lo hago yo.

Álvaro Bernal Álvaro Bernal

El momento más feliz de mi vida

Hace un tiempo me crucé en Twitter un clip de un chaval (no mayor de 13 ó 14 años) que hacía directo en Twitch jugando a videojuegos con su abuela. Pensé que no era consciente del documento que estaba recogiendo para la posteridad, y que ojalá lo guardase bien. Cuando yo era niño y pese a haber tenido una relación muy estrecha y cercana con mi abuela, ninguno pensamos en lo genial que sería tomar fotos o vídeos de aquellas tardes o momentos juntos. Era algo a lo que no acostumbrábamos en los noventa.

Hace poco una persona me preguntó cuál había sido el momento más feliz de mi vida. Realmente no sé si esperaba que le mencionase un día concreto, un viaje, una experiencia de esas que haces sólo una vez en la vida o algo similar… pero mi cabeza automáticamente se fue a los domingos de mi infancia, a los domingos de cuando era niño. Concretamente, a los domingos a la hora de comer.

 

Esta foto debería estar más abajo, pero quería que fuese la primera del post. Cuando más adelante hable de “la mesa de la cocina”, que sepas que me refiero exactamente a esta mesa.

 

Me considero una persona muy afortunada. Desde los dieciséis años he trabajado en lo que me gusta, ininterrumpidamente. Vivo en mi ciudad favorita del mundo por puro placer (porque realmente podría vivir en cualquier otro lugar y seguir trabajando de lo mismo). Tengo un grupo de amigos fieles y cercanos y de bastante calidad. He ido a conciertos de todos mis grupos favoritos, a eventos de mis deportes preferidos, he viajado, he vivido experiencias inolvidables y no me he dejado por probar un sólo restaurante que me haya llamado la atención. Sería fácil encontrar candidatos para ese “momento más feliz de mi vida” simplemente en los últimos 5 ó 6 años de la misma, pero sería faltar a la verdad.

Cuando yo era niño, mis padres no tenían que hablar previamente con mis tíos ni mis abuelos para acordar cuándo y dónde quedar para comer cada semana, todos juntos. Sencillamente, todos sabían que los domingos, poco antes de las dos de la tarde, había que estar en Los Romeras.

Los Romeras es la finca de mis abuelos, que a su vez habían heredado de los padres de mi abuela. Cada domingo a la misma hora y durante décadas, mi abuela (la misma que ahora mismo no puede caminar sin ayuda y emplea su día a día en mirar por la ventana) preparaba, de pie y un poco encorvada, un arroz a la leña para toda la familia. Y yo, sin saberlo entonces, estaba viviendo el momento más feliz de mi vida.

 

El patio de Los Romeras, lo primero que veías cuando salías de la cocina hacia el huerto. El muro con la verja color verde espuma delimitaba el gallinero que daba a toda mi familia huevos frescos cada día y proporcionaba el pollo para el arroz de cada domingo. Los hierros colocados sobre la parte izquierda de la verja se convertían en una canasta de baloncesto para mis primas, mi hermano y para mí. El suelo de losa siempre me pareció un enorme tablero de ajedrez.

 

Puedo entender como “momento feliz” el haber disfrutado de una experiencia inolvidable con tu pareja, haberte reído mucho junto a un viejo amigo o cumplir un hito vital que llevabas años luchando. Me pongo a pensar y tengo la suerte de poder anotar varios puntos que encajen en esta lista. Pero, con el tiempo, he ido comprendiendo que la felicidad absoluta sólo es posible ante la total falta de preocupación.

Cuando tenía seis u ocho años no había ningún tema en el mundo que me preocupase. No existía un alquiler ni facturas que pagar, no había deadlines que cumplir en el trabajo ni tampoco había tenido problemas con relaciones, amigos o familiares. No me preocupaba mi físico, ni el medio ambiente, ni la situación política de ningún territorio. Simplemente era el hijo menor de una familia unida y amable, cuya abuela recogía cada día del colegio y que pasaba las tardes jugando en la calle con sus amigos o viendo con su hermano sus dibujos favoritos en la tele. Pero cuando pienso en mi infancia, la imagen que se me viene a la cabeza irremediablemente soy yo en ese patio de más arriba, jugando con mi hermano y con mis primas, mientras el olor del arroz y la madera quemada prácticamente llegaba al salón donde los adultos discutían temas que para nada podían importarme menos en ese momento.

 

La escalera que conducía a una sala a la que mi abuelo no me dejaba subir. Según él, porque el suelo era muy viejo y poco estable.

El comienzo del huerto en el que mi abuelo, hasta esta semana pasada, cultivaba uva, tomates, guisantes, naranjas, almendras, patatas, cebollas, aceitunas e higos entre otras muchísimas frutas y verduras.

 

Cuando eres adulto tienes que ganarte aquello que quieres ser. Muy pocas cosas (o para muy poca gente) vienen regaladas en esta vida. En cambio, cuando eres niño, puedes ser lo que te de la gana (y lo disfrutas como si fuese de verdad). Yo de pequeño fui piloto de Fórmula 1, jugador de baloncesto, bombero, militar, piloto de aviones y agente secreto, entre otras muchas cosas.

Para imaginar todos estos universos y explotarlos durante horas no requería de demasiadas herramientas: a veces sólo eran necesarios unos cuántos Hot Wheels, otras veces un par de Action Man, y, durante una época, solamente un balón de baloncesto marca Spalding que alguien (no recuerdo quién) me regaló en algún momento. Te prometo que cuando tiraba a canasta, veía la pelota a cámara lenta y con banda sonora de fondo, como si se tratase del triple más increíble que nadie había presenciado jamás.

De todos los oficios que por aquel entonces en mi cabeza desempeñé, mi favorito era el de piloto de submarino (parece que la palabra correcta para denominar al que ostenta este cargo es “contramaestre”). La embarcación en concreto no era más que la mesa de la cocina de Los Romeras, entre cuyas patas podía pasarme horas navegando a cientos de metros de profundidad. Bastaba con sentarse encaramado bajo ese tablero (con toda la flexibilidad y energía que hoy me falta) para poder palpar con mis manos las decenas de botones y palancas del cuadro de mando de la nave o contemplar las ballenas, medusas y tiburones a través de los cristales de la misma.

Ojalá hoy en día contar con la misma creatividad que ese niño que un día miró una mesa y vio en su lugar un submarino.

 

La habitación en la que por aquel entonces dormían mis abuelos. Imagino que antes que ellos, aquí dormirían mis bisabuelos.

 

Mi prima Pilar, la más cercana a mí en cuanto a edad, tampoco se quedaba atrás si hablamos de creatividad. Se sentaba en el escalón que había poco más a la derecha de la mesa y, utilizando como arpa la rejilla de la puerta que comunicaba la cocina con el patio, decía que era una sirena. De vez en cuando y a través de los cristales de mi submarino, podía verla nadar por el fondo del océano mientras cantaba acompañada por la música de ese instrumento.

 

Junto a esta higuera había un banco, no recuerdo si incluso se trataba de un columpio, en el que mi abuela me pedía que cantara las canciones que aprendía en el colegio.

 

Mi familia era una familia pequeña. Muchos de mis amigos y conocidos tienen decenas de tíos, primos y varios hermanos. Reconozco que no los envidio. Solamente tengo un hermano, y a su vez, tanto mi padre como mi madre tuvieron solamente una hermana cada uno. Éstas tías me dieron una prima por parte de padre y dos primas por parte de madre, con las que cada domingo comía arroz en la finca de mis abuelos.

No sé lo que es crecer en una familia más grande y desconozco sus beneficios (si los tiene), pero al mismo tiempo, tampoco sé lo que es llevarte peor con una parte de tu familia que con la otra o tener mejor relación con unos miembros que con otros.

 

La que fuese habitación de mi madre y mi tía cuando eran niñas, también era la mía y la de mi hermano o mis primas cuando nuestros padres salían de viaje y nos cuidaban nuestros abuelos. Todavía puedo sentir el calor de la estufa de butano que mi abuela colocaba poco más a la izquierda del punto donde está tomada la foto, así como su silueta iluminada únicamente por la luz de la Luna mientras esperaba sentada en una mecedora hasta que todos nos durmiésemos.

 

Un ejemplar del diario local del día siguiente a la muerte de Franco, el 21 de noviembre de 1975. A día de hoy lo guardo en mi casa de Madrid.

La esquela de Franco a toda página del interior del mismo periódico.

 

La lámpara de la habitación con dos camas. ¿No os parece bastante Bauhaus?

Mis abuelos no consideraban cama a una cama si no había una imagen religiosa sobre ella.

 

“El Cantaor” era una marca de productos químicos con sede y fábrica en mi pueblo. Recuerdo que mi hermano trabajó allí algunos veranos para poder pagar la universidad. El personaje de la modestamente diseñada etiqueta es una representación del mismo dueño de la compañía, que solía cantar de joven en las fiestas locales. No recuerdo su nombre… ¿Emeterio?

Una lata de cuando las gasas estériles para curar heridas no se vendían en plástico, y posiblemente tampoco en una farmacia. Está sorprendentemente bien conservada en este baño (el único de la casa) del mismo verde espuma que la verja del patio.

 

La vanguardista tecnología del Tesla de mi padre, el cual conduje para llegar allí, en contraste con lo rural y primario del entorno.

 

La ventana, llena de telarañas, que comunica el patio con la sala en la que mi abuela hacía el arroz a la leña cada domingo. No entiendo cómo fui tan tonto de no tomar una foto completa de esta estancia.

Una vieja lata de polvos de talco Nenuco, algo peor conservada que la de gasas estériles, junto a un trozo de saco de grano.

 

El motivo de escribir este post ahora, incluso quizás diría hoy, se debe a que ayer mis abuelos (de 93 y 89 años) vendieron Los Romeras, esa finca que me ha dado a mí (y posiblemente a más miembros de mi familia) el momento más feliz de mi vida.

Desde hoy, ese espacio pertenece a otras personas, a otra familia.

La semana pasada, aprovechando que había ido a visitar a mis padres unos días, decidí dar un paseo por la casa y el huerto, en cierto modo para despedirme de este espacio. Hace muchos años que mis abuelos, por motivos de salud, no viven allí y por lo tanto yo llevaba bastante tiempo sin pisar ese suelo. Tanto que los techos me parecieron más bajos, los muebles más pequeños y en lugar de un submarino, había una mesa.

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Éste es un resumen de todos los viajes que hice en 2022

El año pasado fue uno de los años en los que más he viajado (siempre me ha encantado, pero no siempre he podido hacerlo como me gustaría). En este post más personal voy a intentar resumir un poco algunos de los viajes más destacados.

Viajar es una de las mayores aspiraciones de todo el mundo. El motivo por el que ahorramos y aquello que hacemos cuando podemos pasar unos cuantos días sin trabajar. Menos de un 20% de la población mundial tiene el privilegio de viajar regularmente y, hasta hace unas cuantas décadas, el turismo no era una industria como tal. Somos unos privilegiados por haber nacido en un contexto y una época en la que podemos realizar una búsqueda por internet y, a los pocos minutos, contar con un par de billetes para ir a la otra parte del mundo a descubrir otros paisajes, otra cultura y otras gentes.

El año pasado fue uno de los años que más viajé. Algunos de estos viajes estaban planificados y preparados con más tiempo, y otros fueron más improvisados o espontáneos. En este post vengo a resumir un par de puntos clave y a explicar qué supusieron para mí en cada momento.

 
 

Berlín es mi nuevo lugar favorito de Europa

Mi idea de Berlín era completamente errónea antes de llegar allí. Pensaba en ella como la típica capital europea, estilo París, Bruselas e incluso Londres, pero si has estado allí sabrás que es ridículo hablar de Berlín en estos términos. La luz, el ambiente, la música, el trato de la gente, la comida y la historia de la ciudad es algo que yo no he conseguido encontrar en otro sitio (en Budapest, hace un par de semanas, vi matices de esto, pero sólo matices).

Al comenzar el año no tenía pensado visitar Alemania, sólo fui a Berlín porque me apetecía viajar en solitario unos cuantos días tras pasar por un momento personal no demasiado agradable, y Berlín resultó ser la mejor opción que encontré en cuanto a precios, fechas y atractivo de la ciudad. Aterricé de noche y me desperté al día siguiente en el hotel sin apenas saber nada de la ciudad, hasta que comencé un tour con Pablo (recomendadísimo) desde la Puerta de Brandemburgo y me fui enamorando de la ciudad poco a poco.

 
 

La historia ha moldeado Berlín de una forma que la ha acabado haciendo única. Una ciudad protagonista de dos guerras mundiales, invadida por hasta 8 países distintos a lo largo de la historia, centro de operaciones de la persona más odiada del mundo, partida por un muro durante décadas (que separaba dos continentes totalmente distintos) y responsable del nacimiento de la música electrónica, entre otras cosas. Cada paso por Berlín es descubrir un acontecimiento increíble o una historia fascinante, especialmente si cuentas con un guía que te acompañe durante el camino.

 
 

Por otra parte, una de las cosas que más me llamó la atención fue la gente. Muchísima gente joven por todas partes y un ambiente bastante libre y sin prejuicios. La explicación resulta bastante curiosa: tras la segunda guerra mundial, Berlín quedo destrozada y mucha población abandonó la ciudad. Una de las vías de recuperación por la que se optó fue la industrialización, y para trabajar en ella se necesitaba gente joven. Es por esto que se dictaron una serie de leyes y reglas muy atractivas para la juventud que sólo tenían validez en Berlín. En Berlín se permitían las relaciones homosexuales y el travestismo (por aquella época, penados en gran parte del mundo), no se obligaba a realizar el servicio militar (de tres años en aquel momento) y se permitía beber alcohol en la vía pública, entre otras muchas cosas (esta última ley sigue en pie hoy en día y lo percibes diariamente, incluso en el transporte público). Esto, efectivamente, atrajo muchos jóvenes a la ciudad, pero pocos de ellos tenían ganas de trabajar. Además, como estos jóvenes (podríamos decir que las ovejas negras de cada familia de la época) se encontraron una inmensidad de viviendas vacías (de gente que había abandonado la ciudad tras la guerra y no había vuelto), la ciudad se convirtió en la capital del movimiento okupa. Incluso a día de hoy y pese a ser la capital, Berlín no es en absoluto la ciudad más económicamente potente de Alemania (sino la séptima) y esas típicas capitales europeas en las que yo pensaba antes de visitar Berlín, en realidad se parecen más a Düsseldorf o Múnich.

En cuestión de unos pocos años, Berlín pasó a ser la capital mundial del arte urbano, la música electrónica, la vida joven, un lugar política y socialmente transformador y el motor natural de cambio del siglo pasado.

 
 

El Muro de Berlín representaba el extremo opuesto de las ideas que mencioné anteriormente. Se trataba de una estructura kilométrica que, sin salir de la ciudad, separaba la Unión Soviética de los países más importantes de occidente, como Reino Unido, Francia y Estados Unidos. Los soviéticos lo erigieron de manera repentina durante una madrugada de verano, mientras toda la ciudad dormía, con el objetivo principal de aislar físicamente a los occidentales y socialmente a los orientales.

Aunque los occidentales estaban rodeados por el muro, contaban con un aeropuerto internacional y un pasaporte ampliamente aceptado en todo el planeta. Por otro lado, los orientales podían viajar libremente por miles de kilómetros, pero no podían acceder a los barrios y lugares de trabajo donde conseguían casi la totalidad de sus ingresos. De hecho, ésta fue la razón principal detrás de la construcción del muro: la Unión Soviética se cansó de proveer vivienda y servicios gratuitos a sus ciudadanos que durante el día trabajaban, consumían bienes y pagaban impuestos en el lado capitalista.

Como se cuenta en muchísimas ocasiones cuando se habla del Muro, las historias de familias, matrimonios y grupos de amigos que, literalmente, de la noche a la mañana quedaron separadas durante décadas, está recogida en varios museos, exposiciones e incluso obras de arte urbano a lo largo de la ciudad.

 
 

La visita a Sachsenhausen fue una actividad que estuve pensando bien si realizar o no. Prácticamente llevó todo el día y tiene una carga psicológica y mental importante, pero mereció totalmente la pena.

Sachsenhausen fue el campo de concentración modelo del imperio nazi, aquel que construyeron para servir de ejemplo a los campos futuros. En él se estima que malvivieron cerca de 145.000 prisioneros de los cuales 30.000 no salieron de allí con vida. La visita guiada te da un paseo por la historia de este campo, te lleva a las construcciones y lugares que todavía siguen en pie y te explica cómo sucedían los acontecimientos y procedimientos dentro del campo.

Algunos de los asuntos que más me impactaron fue la pista de prueba de zapatos, donde los prisioneros probaban distintos calzados de marcas alemanas durante dos días seguidos sin parar de caminar; la existencia de los prisioneros con triángulo verde en el uniforme (asesinos, torturadores y violadores estratégicamente colocados en el campo de concentración para someter al resto de prisioneros) o la visita a la cámara de gas, mucho más pequeña de lo que las películas nos han hecho creer, pero en la que llegaban a morir hasta 200 personas por día.

No es una actividad apta para personas muy aprensivas y también cabe decir que físicamente es bastante exigente (hay que caminar muchísimo y no hay protección solar arquitectónica de ningún tipo), pero personalmente, creo que merece mucho la pena.

Berlín me dio la sensación de estar en cuatro lugares distintos sin salir de uno. En cuestión de 30 minutos de bicicleta puedes pasar de estar en un continente a otro completamente distinto. El éste de la ciudad no tiene nada que ver con el oeste y la arquitectura, la cultura y la historia son el mejor reflejo de esto. Quizás tengo Berlín especialmente romantizada por el momento personal en el que visité la ciudad, pero creo que repetir este viaje cada año me haría muy feliz (y aún conozco una inmensidad de lugares que todavía no he explorado).

Algunas notas antes de dejar atrás Berlín:

  • Usa la bici, tanto si el alojamiento en el que te encuentras te proporciona una como si la alquilas tú por minutos, horas o días por la ciudad. Es un lugar con muy poco tráfico, muy llano y cómodo para montar en bici. Mi único Uber fue del aeropuerto al hotel y del hotel al aeropuerto, todos los demás desplazamientos los hice en metro o bici.

  • Haz un free tour, o incluso varios. Es una capital cultural impresionante y merece mucho la pena. Nunca he disfrutado tanto de un tour como los que pude hacer en Berlín. Personalmente yo, hice el free tour de Berlín, el tour del Berlín alternativo y la visita guiada al campo de concentración de Sachsenhausen. Recomiendo muchísimo todos y cada uno de ellos.

  • Es un buen lugar para conocer gente. Todo el mundo habla inglés (incluso las personas mayores), el índice de criminalidad es bajísimo y el ambiente es bastante amable por regla general. Tanto en tours como fuera de ellos hice algunos amigos con los que he mantenido algo de contacto posteriormente.

  • El mejor atardecer de la ciudad está en el aeropuerto de Tempelhof. Un lugar que fue clave para toda Europa, ahora es un enorme parque que puedes recorrer andando o en bicicleta.

  • Visita Potsdam, a menos de una hora en tren desde Berlín. Es uno de los lugares más bonitos en los que he estado nunca.

 
 

Visité la ciudad de mis sueños

De Nueva York siento que tengo pocas cosas que contar y muchas fotos que enseñar. Todos hemos oído mil historias de la capital del mundo, la hemos visto en cientos de películas o hemos soñado con viajar allí (si no lo hemos hecho aún). En mi caso era algo que quería hacer desde varios años atrás, y fue un objetivo en firme para 2022. Pasé el día de mi cumpleaños allí, yo solo, pero en la ciudad más increíble del mundo.

 
 

Cabe decir que cuando caminaba por Manhattan me encontraba con sensaciones extrañas. Por un lado, era un lugar increíble que quería visitar desde que tenía uso de razón. Todo era impresionante, estético, peculiar y asombroso. Por otro, era como si ya conociese cada calle y cada edificio, quizás a fuerza de verlo previamente en tantas ocasiones y en tantos lugares, y algunas facetas de la ciudad me parecieron demasiado impostadas, falsas o como si todo se tratase de un inmenso atrezo. Quizás porque hemos explotado imágenes de este lugar hasta gastarlo por completo.

 
 

Estando allí le escribí a un familiar y le dije que Nueva York era una ciudad de contrastes. No había término medio en casi ningún punto que puedas imaginar. La gente por las calles puede ser maleducada y violenta, pero el servicio de los restaurantes, tiendas y hoteles es el más amable con el que me he cruzado. Todos los edificios, calles, coches y monumentos que encuentras por la calle están nuevos a estrenar o, por el contrario, demasiado viejos; o excesivamente limpios o sorprendentemente sucios. Hay gente que viste genial y otra que viste fatal. Lo que no hace un ruido ensordecedor está en absoluto silencio. No hay un precio medio ni razonable para absolutamente nada; si algo no es prohibitivamente caro, será sorprendentemente barato.

 
 

Permanecí diez días en la ciudad, caminando una media de 25.000 pasos por día y visitando todas las localizaciones y lugares que pude. Y reconozco que, pese a volver agotado y un poco sobrecargado de tanto estímulo que percibí allí, los meses de después la he estado echando mucho de menos. Cuando veo fotos de amigos que la han visitado posteriormente o me cruzo algún plano en una peli o una serie, la reconozco y la echo de menos. Hay demasiadas cosas por hacer, demasiados rinconces que visitar. Toda la ciudad está llena de planos cinematográficos y fotos perfectas que no entiendes cómo son posibles. Qué tendrá este lugar para que todos queramos ir y, una vez hayamos vuelto, queramos volver.

 
 

Estando allí abrí una hoja de notas en Notion con diversos puntos a modo recomendación para los amigos que visitaran Nueva York posteriormente. Aquí van algunos highlights:

  • Prioriza MoMA por encima de Guggenheim.

  • Cruzar de Brooklyn a Manhattan caminando por el Brooklyn Bridge es lo mejor que he hecho durante el viaje.

  • Miradores a priorizar: Summit Vanderbilt (1), Top of the Rock (2), Edge (3).

  • Lleva siempre encima $80-100 en cash.

  • Propinas: 10% mal servicio, 15% servicio normal y 20% servicio excelente. Sin propina: te persiguen y te preguntan qué ha pasado (me ha ocurrido).

  • No aceptes CDs de raperos en Times Square ni pulseras de los falsos monjes budistas.

  • Fumar marihuana en la calle es legal, pero comprarla en la calle no. Y te van a ofrecer porros ya liados. Muchos. La multa es hasta de $6,000.

  • No compres botellas de agua en Central Park. Son botellas que encuentran en la basura y las recargan del grifo.

  • Ningún local de Chinatown acepta tarjeta.

  • Las mejores pizzas no están en Little Italy, sólo las más caras.

  • Ningún precio lleva los taxes incluidos. En restauración ronda el 8%.

  • Salir de fiesta es una mierda y es caro. Ponen música desfasada, ninguno sabe bailar y te cobran $18 (mínimo) por una copa en vaso de plástico, como si fuese un puto cumpleaños.

  • Asegúrate de que estás entrando en la boca de subway correcta. A veces no hay “estación” como tal sino que de la calle bajas, pagas y estás directamente en el andén. Si no es el andén correcto te toca subir, ir a otra boca y pagar de nuevo. Por otra parte, las líneas de subway realmente son los colores; las letras o números son combinaciones de paradas, pero hacen el mismo recorrido si tienen el mismo color.

  • Comida decente y barata siempre en locales con “Deli” en el nombre, pero come sólo en comercios con distintivo “A”.

  • La salsa picante de los puestos de Halal Brothers pica muchísimo y Blue Bottle es el mejor café de la ciudad.

  • Casi todos los camareros (excepto en Chinatown) son latinos. Facilita mucho la comunicación. Todo lo contrario a los taxis: indios y paquistaníes que apenas hablan inglés.

  • El ferry que va de Lower Manhattan a Staten Island es gratuito. El que sale desde Brookfield Place no.

  • Casi todos los parques tienen baños públicos, y no sé por qué pero el agua del grifo en estos baños normalmente sale muy caliente. En el subway no hay baños.

  • Tardas lo mismo en ir al JFK en subway que en taxi y cuesta $85-120 menos.

 
 

Improvisé un viaje a Italia con mi mejor amigo y pisamos el tercer país más pequeño de Europa

Alberto es uno de mis mejores amigos desde hace casi una década. Después del verano nos propusimos hacer un road trip juntos, sencillo, no demasiado lejos. Compramos unos vuelos a Italia y alquilamos un Fiat 500 descapotable para visitar unas cuantas ciudades distintas.

 

Alberto y yo en la cima de La Due Torri, en Bolonia. Él luce más fresco que yo porque había subido el Kilimanjaro unas semanas antes por lo que llegaba, injustamente, mucho más entrenado para los casi 600 escalones que hay que superar.

 

La verdad es que fue un viaje increíble, y sin duda en el que mejor he comido de toda mi vida. No había un plan estricto demasiado establecido más allá de un par de Airbnbs contratados y una idea de los sitios que queríamos visitar. Normalmente, improvisábamos bastante al llegar a cada ciudad.

Bolonia me sorprendió y me encantó a partes iguales. Pensaba que sería sólo una excusa para no pasar la mayor parte del viaje en Florencia, pero las sensaciones que transmitía la ciudad y el ambiente universitario me recordaron mucho a Berlín, con ese mismo mix de historia y monumentos increíbles en contraste con arte urbano, manifestaciones y cultura alternativa.

 
 

Florencia es una ciudad monumental. La cantidad de estímulos visuales que recibí estando allí resulta difícil de describir. Quise sacar una foto a cada esquina y cada lugar. La Catedral de Santa María del Fiore es la más bonita e imponente de todas las que he visto.

Me sorprendió mucho la luz que tiene la ciudad; tanto la luz natural del día y cómo ésta refleja en las calles y edificios de Florencia, como la luz cálida y muy tenue de la noche, la cual casi pensaríamos que de otra época.

 
 

Obviamente y como cabe imaginar, es una ciudad hiperturistizada. Colas enormes para entrar en cualquier sitio, un montón de restaurantes y locales a esquivar porque realmente están enfocados en el turismo y mucha gente en mitad de las mejores fotos. Igualmente, costaba mucho esfuerzo no quedar sorprendido por la belleza del sitio y me encantaría volver a caminar por aquellas plazas y calles.

 

Pensé que el Ponte Vecchio no se merecía compartir foto con nadie más.

 

San Marino era la verdadera excusa de este viaje, aunque fue uno de los lugares donde menos tiempo pasamos (algo menos de un día, pero es que tampoco es un sitio donde puedas pasar mucho más tiempo). Alberto quería visitar su país número treinta sin ir demasiado lejos, y San Marino (un pueblo que oficialmente es una república) era el único país de los alrededores en el que todavía no había estado. De ahí que improvisáramos un viaje a Italia con la excusa de, en algún momento, visitar San Marino.

Si podemos ser honestos, es un lugar un poco decepcionante. La arquitectura y el enclave, obviamente, son fascinantes, y el lugar está cargado de peculiaridades e historias que merecen mucho la pena. Pero, por lo general, me pareció un lugar muy mal aprovechado (culturalmente hablando) en el que sólo se piensa en los turistas. Cada local o establecimiento del centro histórico es una tienda de burdos souvenirs donde venden camisetas falsas de fútbol, botellas de limoncello con forma de cuerpo de mujer o distintas armas sin licencia, como tasers o pistolas de perdigones.

 
 

San Leo fue una de esas improvisaciones que no pudo salir mejor. Visitamos el pueblo al atardecer sencillamente porque no teníamos ningún otro plan y nos quedaba de camino al alojamiento. Los puertos de montaña llenos de curvas cerradas y desniveles eran un gustazo de conducir, las vistas de La Toscana verde no podían ser más bonitas y contemplar la luz del atardecer reflejando en la piedra caliza de las construcciones de San Leo fue de lo mejor de todo el viaje.

 
 

Acabo el resumen de este viaje con tres de las muchísimas pizzas que comimos esos días. Nos propusimos comer pizza en todas las comidas, y cumplimos en casi todas ellas.

En concreto, la del centro (tras mucho reflexionarlo y pensarlo, puedo afirmarlo) es la mejor pizza que me he comido en mi vida. Y, curiosamente, no fue en Italia sino en San Marino.

 
 
 

Volví a pasar “un día en las carreras”

En realidad fue un fin de semana completo, de viernes a domingo, pero soy demasiado fan de la película de los hermanos Marx como para no homenajearla el título.

El único deporte que realmente me gusta y consumo es la Fórmula 1. Podríamos hablar del automovilismo en general, pero lo cierto es que está todo bastante concentrado en la categoría reina.

A mediados de este año volví, junto con mi padre y mi hermano, al Gran Premio de Catalunya, tras muchísimos años sin acudir a un evento de este tipo. Aunque la actividad en la curva 9 (donde nos encontrábamos) pudo ser más entretenida, fue una experiencia genial que teníamos muchas ganas de repetir.

 
 

Aprovechando que, desde que comenzó la pandemia, no había vuelto a Barcelona, invertí algo de tiempo para hacer un poco de turismo por lugares que siempre me han parecido geniales en la ciudad. Normalmente, cuando voy a Barcelona siempre es por trabajo y, muy pocas veces, por placer, así que intenté distraerme del curro todo lo que pude y dedicarme a disfrutar de la ciudad.

Quizás me atreva a compartir la playlist que sonó en bucle en mis auriculares durante horas mientras hacía kilómetros y kilómetros caminando.

 
 

Todos sabemos que es mejor tener playa que no tenerla, pero al mismo tiempo, la playa de la ciudad de Barcelona no entraría en el top 100 de mejores playas de nadie. Pese a que viaje allí en plena ola de calor, pensé que sería un mejor plan alquilar una bici y recorrer varios kilómetros con ella por el paseo marítimo que darme un baño. Al principio me pareció mejor idea que al final.

 

No sería justo acabar este viaje sin agradecer a María y Julio que me acompañaran a subir al Tibidabo, donde hasta ahora nunca había estado en ninguna de mis visitas a la ciudad.

 
 

Llevé a mi pareja a conocer una de mis ciudades favoritas de España

Mi pareja es estadounidense, lleva tres años en España y nunca había estado en Segovia. Aprovechamos un par de días libres de su trabajo para coger un tren y marcharnos allí un par de días.

Segovia es una de mis ciudades favoritas de España. Es pequeña (muy pequeña) pero cargada de arquitectura monumental, historia y cultura que ella no conocía todavía. Visitar la catedral, el alcázar o caminar bajo el acueducto romano es un plan genial que todos podemos hacer a poco más de una hora de Madrid.

 
 

Todo sea dicho, Segovia no es la mejor ciudad del mundo si no comes carne. En mi caso, yo soy vegetariano y mi pareja es vegana, y las opciones allí son bastante reudcidas. El primer día descubrimos un restaurante libanés increíble (cargado de opciones veganas) justo debajo del acueducto, y nos gustó tanto que comimos allí dos días y cenamos otro más.

PD: Todas las fotos de este post están hechas con un iPhone y han sido editadas en el mismo usando VSCO.

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La Kings League de Gerard Piqué es una startup de producto que realiza reiteraciones en cada jornada

Antes de empezar, debo reconocer que nunca he sido un gran aficionado del fútbol. El único deporte que me apasiona ver y disfrutar y del que estoy continuamente informado es la Fórmula 1; el fútbol sólo suele entretenerme en los mundiales, y ni en este caso suelo ver todos los partidos. Quizás por eso me ha enganchado tanto la Kings League.

Por otra parte y, habiendo introducido este contexto previo, si buscas en este post comparativas entre el fútbol profesional y la Kings League, advierto que no las vas a encontrar. Ya que, entre otras cosas, el fútbol profesional no me importa demasiado.

La idea que intento transmitir en este post es cómo Gerard Piqué (e ituyo que junto a su equipo, con el que ya ha fundado y escalado distintos negocios digitales) ha convertido una liga amateur de Fútbol 7 en una startup de producto, algo que quizás no podamos encontrar en ningún otro deporte que se emita mundialmente hoy en día.

Anotaciones rápidas sobre la Kings League.

La Kings League es una liga de Fútbol 7 presidida por el exjugador del Barcelona, Gerard Piqué, que se emite en directo en distintos canales de Twitch y YouTube cada domingo. Cuenta con 12 equipos, presididos por creadores de contenido digital tanto españoles como latinoamericanos y las reglas del juego no son las convencionales. Algunos factores diferenciales que la caracterizan son los siguientes:

  • Los cambios de jugadores son ilimitados y pueden hacerse en cualquier momento que la pelota salga del campo. Un jugador que ya ha jugado y ha sido sustituido puede volver a entrar.

  • Las tarjetas amarillas son expulsiones de dos minutos para el jugador que la ha recibido, y las rojas, de cinco minutos.

  • Los árbitros están microfonados y ataviados con una cámara GoPro que permite imágenes en primera persona para las retransmisiones.

  • La característica más llamativa e identificativa de la Kings League: cada equipo cuenta con una carta secreta que puede utilizar en cualquier momento. Las cartas se reparten al inicio del partido y sólo puede verlas el entrenador (y, quizás, comunicarlas con su equipo). Algunas de estas cartas pueden ser un penalti a favor, un gol doble durante un periodo limitado de tiempo, la expulsión temporal de un jugador del otro equipo, etc. Además de eso, en la tercera jornada se introdujo una modalidad nueva de carta, pero hablaré sobre eso un poco más adelante.

  • Los equipos sólo tienen una petición de VAR por partido. Si tras solicitarla la decisión es favorable para ellos, mantienen intacta esa petición. Si no, la pierden. Además, el VAR se proyecta en pantalla gigante para todo el campo y la retransmisión, de forma que no es sólo el árbitro quien consume las imágenes.

  • Existen dos tipos de penalties: el tradicional, que conocemos todos, y el penalti desde el centro del campo, donde el atacante cuenta con 5 segundos para regatear e intentar marcar el portero rival.

  • A la hora de hacer el saque inicial, la pelota permanece en el centro del campo pero son los jugadores los que deben correr hasta ella para intentar tomar el control de la misma. Cuando se produce un gol, el saque posterior sí se hace de la manera convencional.

  • Entre jornada y jornada hay distintos programas, debates y shows que giran en torno a lo sucedido en la jornada anterior y lo que sucederá en la siguiente, y tienen como protagonistas a los presidentes de los equipos, algunos jugadores y, lo más llamativo, a los árbitros.

  • Los equipos eligieron a sus jugadores mediante un draft, como se hace en la NBA, y cada uno de ellos puede invitar a un jugador externo para una o varias jornadas, conocido como “el jugador número doce”.

  • Es un producto diseñado para dar el mayor espectáculo posible a quien lo consume. El fin no es tanto la competición, sino el entretenimiento.

Realizaron el mejor research de usuario posible.

Ojalá todos aquellos que nos dedicamos a diseñar productos desde cero contásemos con la base de datos de usuarios con los que contó la Kings League para poder realizar una buen estudio previo. En este caso, ya que los protagonistas de la liga acumulan millones y millones de seguidores, se optó por realizar distintas encuestas en Twitter preguntando cómo querían que fuesen algunas de las normas y reglas más características del juego. Algunas de ellas, como si los cambios podían ser ilimitados o no, cómo funcionarían los penaltis o las tarjetas, fueron decididas por los usuarios que posteriormente iban a disfrutar la liga.

Con esto no quiero decir, ni mucho menos, que la mejor forma de hacer un research de usuario para diseñar cualquier producto sea realizar encuestas en Twitter. Pero, dada la naturaleza de la competición, fue algo que alimentó el hype, hizo más participativos a los que posteriormente iban a convertirse en usuarios del producto, aumentó el compromiso de los mismos desde el primer momento y, por otra parte, ayudó a definir mejor la base de un juego que iba a llevarse a cabo por primera vez. Si tenemos en cuenta que es un producto de espectáculo cuyo fin es ser consumido y prácticamente el 100% de tu target de usuario es seguidor de alguno (o varios) de los protagonistas de la liga, dudo que este research de usuario pudiese haberse hecho mejor.

Cambios jornada tras jornada, como si fuesen reiteraciones de producto.

Tienes una idea, la prototipas, la lanzas, testeas y vuelves a reiterarla. Una y otra vez. Es como funciona el ciclo de trabajo de cualquier startup digital. Moverte rápido, ver qué funciona, ver en qué te has equivocado, mejorar lo que haga falta y volver a “salir al campo” (nunca mejor dicho), para repetir el proceso de nuevo cuantas veces sea necesario.

En el caso de la Kings League, que sólo cuenta con tres jornadas emitidas, ya ha habido cambios en todas ellas. Por ejemplo, estos son algunos de los puntos más importantes que cambiaron de cara a la segunda jornada:

  • Se decidió que en el saque inicial funcionaría igual pero el jugador que llegase antes a la pelota debía dirigirla hacia su propio campo, realizando un pase a un compañero, y no le estaba permitido chutar a la puerta rival. Esto se debió a que se vio la peligrosidad que tenía el estilo anterior ya que los jugadores chocaban pierna contra pierna con la mayor fuerza posible. Y, esto mismo, cambió la estrategia inicial de los jugadores, ya que muchos preferían no llegar antes a la pelota e intentar arrebatarla al rival una vez la hubiese tocado primero.

  • Se cambió la probabilidad de que apareciese el penalti a favor, el “arma secreta” más importante, en las cartas aleatorias que se reparten entre los entrenadores al inicio de un partido, para hacerlo menos habitual.

  • Se duplicó el tiempo disponible para conseguir un gol doble mediante carta (“arma secreta”), de un minuto a dos minutos, ya que resultaba prácticamente imposible realizarlo en ese tiempo. Cabe resaltar que, al igual que en el fútbol profesional, cuando la pelota sale del campo o hay cualquier interrupción, no se para el cronómetro.

Y en el caso de la tercera jornada, el mayor de los cambios consistió en lo que llaman “la carta de la liga”. En este caso, además de las cartas que cada equipo tiene, en el minuto dieciocho de la primera parte, Gerard Piqué coge aleatoriamente una carta de un maletín que se encuentra en su poder y cuyo contenido afecta a ambos equipos. Se trata de decidir si el partido continúa con cinco jugadores por equipo, cuatro, tres o incluso dos, hasta agotar el tiempo restante de la primera parte.

Pero los cambios y mejoras (reiteraciones) que el equipo de la Kings League (la startup) realizó en este producto (las jornadas) no son sólo aquellos tan superficiales como los que ya hemos mencionado, sino que también he podido identificar y observar los siguientes (y seguramente me deje alguno por nombrar):

  • La realización y el número de cámaras que retransmiten el partido se amplió entre la primera jornada y la segunda, algo muy notorio a la hora de los saques de esquina o jugadas en la banda contraria a la que se encuentra la tribuna de espectadores (donde están colocadas la mayoría de cámaras de retransmisión).

  • En la primera jornada había un dron que volaba por encima de las cabezas de los jugadores y retransmitía algunas de las jugadas más importantes. Para la segunda jornada y en adelante, se sustituyó por una “cámara de araña” pendiente de cuatro cables, que permite mayor velocidad, estabilidad y movilidad para esta misión.

  • Por primera vez y durante la tercera jornada, se activaron fuegos artificiales tras la portería en la que se ha producía un gol, haciendo que el anuncio de éste y la celebración del mismo sean más notorios y espectaculares.

  • El cambio que más me ha llamado la atención, personalmente, ha sido la equipación de los árbitros, de cara a contentar al anunciante que los patrocina: Grefusa. Como ya hemos comentado, los árbitros cuentan con una cámara GoPro que permite retransmitir discusiones y algunas imágenes en primera persona durante cada partido. Para la primera jornada, el arnés de pecho que sujeta esta cámara tapaba completamente el patrocinador de sus equipaciones. Para la segunda, se rediseñó esta equipación subiendo el arnés y bajando el logotipo del anunciante a la altura del ombligo, permitiendo así visualizar mejor la marca. Para la tercera jornada, el arnés se coloca debajo de la camiseta del árbitro y, mediante una perforación en la misma, colocan la GoPro, haciendo así que el arnés y la cámara pierdan toda la presencia y pasen prácticamente inadvertidos para ganar el protagonismo de los anunciantes. En la imagen inferior podemos ver estos cambios respecto a la primera, segunda y tercera jornada respectivamente.

Los canales de difusión: aquello que permite que tu producto llegue a más gente.

Aunque públicamente no hay números ningunos, sería de necios pensar que la fuente principal de ingresos de la Kings League es la retransmisión en Twitch y TikTok de cada partido desde los canales y cuentas oficiales de la liga. Las jornadas están plagadas de patrocinadores sobradamente presentes por cada rincón. Las equipaciones de todos los jugadores y árbitros son de Adidas. Infojobs, aparte de poner apellido a la liga, también está presente en las camisetas de todos los jugadores y Grefusa, como ya hemos visto, hace lo mismo con los árbitros. El campo en el que se juega se denomina “Cupra Arena” y el logotipo de la división de SEAT está presente a gran tamaño en el centro del campo. Además, las pantallas que hacen de barrera en los extremos del recinto muestran distintos patrocinadores constantemente.

Es por esto que, muy inteligentemente, han decidido que los presidentes de los equipos (recordemos que todos son creadores de contenido, en su mayoría streamers) puedan tanto retransmitir en directo los partidos de su equipo como subirlos posteriormente a sus canales de YouTube o redes sociales. Es más, las instalaciones del recinto cuentan con cuatro cabinas de retransmisión preparadas para que estos creadores realicen este streaming durante el partido de su equipo.

Cuando trabajamos para este target de usuario y en este tipo de mercados, lo más importante son las imágenes personales y los sentimientos que estas personas transmiten. Básicamente, el cómo esto les influye. Estoy seguro de que, refiriéndose a la Kings League, hay más personas que han hablado de “el equipo de TheGrefg” que de “los Saiyans Fútbol Club”, por poner sólo un ejemplo. Incluso es algo sobradamente presente en las retransmisiones oficiales de la liga, que cuenta con sus propios comentaristas. Gran parte de los viewers de cada jornada de la Kings League están ahí porque uno de sus ídolos digitales (o varios) presiden un equipo, ya sea por el tipo de contenido que estos hacen, la nacionalidad de los mismos o simplemente las sensaciones y valores que cada uno les transmite. De igual forma, puedes desear la derrota de un equipo solamente porque sus presidentes te caigan mal, como reconozco que me ocurre a mí con el XBuyer Team.

Recuerdo cuando hace ya siete u ocho años trabajé para una startup cuyo negocio principal era la representación de influencers y se murmuraba entre el equipo la cantidad que se había pagado a, la por entonces super popular, Lovely Pepa, por vestir unos tacones en una fiesta y subir una foto a Instagram etiquetando a la marca. Al cabo de dos días, esos mismos tacones estaban agotados en todos los comercios que los distribuían. En el caso de la Kings League, no han tenido que buscar influencers para realizar publicidad o campañas de ningún tipo que ayude a distribuir tu producto, sino que estas mismas personalidades, junto con Gerard Piqué, son los mayores protagonistas de la liga, totalmente involucrados y presentes en todo momento y, por lo tanto, sus mayores embajadores.

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Álvaro Bernal Álvaro Bernal

Mi trabajo no es sustituible por una inteligencia artificial, pero algún día lo será

Reconozco que me decidí por este titular porque “Si crees que tu trabajo es sustituible, posiblemente lo sea” me parecía excesivamente violento; pero es la idea que vengo a expresar.

Últimamente se ha estado hablando mucho demasiado sobre el hecho de que algún día las inteligencias artificiales harán el trabajo que hoy en día hacen los humanos. Específicamente en el sector del diseño y, tras el éxito que están teniendo aplicaciones como Lensa, hay todo un movimiento en Instagram y otras redes sociales donde artistas digitales piden parar el “arte de las inteligencias artificiales”, como si ese brindis al sol fuese a llegar a algún lado. Y es que mi opinión al respecto es que seguramente sí, algún día una inteligencia artificial hará el trabajo que haces tú hoy en día, y esto puede no sonar muy optimista, pero tiene matices.

Lo siento, hay trabajos que son (y deberían) ser sustituidos por máquinas.

Ha ocurrido siempre y siempre ocurrirá. Cuando mi madre era niña, las familias compraban hielo a un vendedor ambulante para conservar la carne fresca dentro de un arcón. Ni el hielo duraba toda la semana, ni el arcón era sumamente higiénico.

Entonces aparecieron las neveras.

Algo antes, una ocupación muy popular entre los adolescentes y estudiantes de Londres y otras capitales europeas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, era el oficio de despertador. Estos chavales caminaban por las calles de madrugada cargados con una pértiga y una escalera para despertar, mediante golpecitos en la ventana, a aquellos vecinos que previamente habían acordado con ellos una hora concreta. Al ser despertado, el usuario de este servicio abría la ventana y lanzaba una moneda al muchacho, que volvería a desempeñar dicha función el día siguiente.

Y entonces aparecieron los relojes con despertador.

Pensar hoy en día en pagar a alguien para que nos despierte cuando podemos obtener el mismo resultado rápido, gratis y sin margen de error desde nuestro móvil, nuestro reloj de muñeca e incluso desde nuestra cafetera, nos resulta ciencia ficción e incluso un poco divertido. Pero lo cierto es que hubo un día donde una máquina sustituyó el trabajo de las personas que despertaban vecinos por las mañanas o vendían hielo por las calles, entre otros muchísimos más.

Reconozco que todavía tengo demasiadas reticencias o barreras mentales como para que me parezca atractiva la idea de ser operado por un robot autónomo el día de mañana, que mi plato favorito de mi restaurante habitual para celebrar momentos vitales importantes me lo prepare y sirva un ente no humano, o disfrutar de una canción generada por una inteligencia artificial de la misma forma que se me eriza la piel cada vez que escucho Oniria e Insomnia. Pero en cambio, considero que es un avance comprar las entradas de un concierto, una proyección o una obra de teatro mediante cuatro clicks en internet (en lugar de tener que acercarme a la taquilla del local en cuestión), poder hacer el fast check in de los hoteles o entrar a un supermercado, coger lo que quiero y directamente salir sin pasar por caja porque ya me han cobrado el importe automáticamente (algo que yo mismo probé en Nueva York un par de veces y funciona bastante bien). Por otra parte, todos los que hemos volado desde la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas o hemos montado en la línea 9 del metro de Barcelona sabemos lo que es ser pasajeros de un tren sin maquinista o llevamos décadas usando cajeros automáticos para sacar dinero en lugar de tener que hacer una cola para ello dentro de la entidad bancaria.

Ojalá algún día no hablemos de empleados de limpieza, funcionarios que rellenan los mismos formularios de registro una y otra vez o incluso taxistas de la misma forma que hoy en día no hablamos de vendedores ambulantes de hielo o profesionales del despierte.

“Despertadores profesionales” en Londres en la primera década del siglo XX.

El trabajo humano, la dedicación personal y la artesanía siempre serán valorados, pero sólo en ciertos contextos.

La evolución de los mercados tiende a generar democratización del consumo. Como nunca he sido bueno teorizando, siempre he sido un profesor amante de la práctica y no de la teoría, por eso voy a explicar este punto poniendo sobre la mesa distintos ejemplos (para variar): IKEA tiene en su catálogo vasos de cristal por menos de 1 euro y un pack de seis copas de vino por nada más que 4 euros. Estos productos industriales, de los cuales se fabrican miles de unidades por minuto, comparten catálogo con sillas de madera contrachapada desde poco más de 20 euros y altavoces Bluetooth desde 25 euros. Pero no sería correcto decir que IKEA está quitando clientes al artesano del vidrio que trabaja el Cristal de Bohemia, a fabricantes y vendedores de sillas de diseño como Vitra o Herman Miller o a firmas de audio vanguardista como Bang and Olufsen o Bowers & Wilkins. Lo que está haciendo IKEA es facilitar que el público general tenga acceso a productos de fabricación masiva y calidad media por un precio moderado. Esto es la definición por excelencia de diseño democrático.

El usuario que compra sillas en IKEA por 20 euros quizás piense que es una locura comprar una silla a Herman Miller por más de 700; igual que el que tiene en mente gastar 12 ó 20 en un altavoz inalámbrico jamás se se plantearía gastar 400 ó 600 en uno de la serie BeoPlay. Estos productos premium son exclusivos, artesanos, a veces únicos, muchos de ellos se hacen directamente a medida, se diseñan, iteran y revisan durante un periodo prolongado de tiempo y prometen un nivel de excelencia y calidad que difícilmente se podemos igualar por menos precio. Y esto es lo que debemos usar como ejemplo y comparar cuando hablamos de que “las máquinas nos van a quitar el trabajo” a todos aquellos que nos dedicamos a la creatividad y la innovación en un ámbito o en el otro.

Acabo dejándote un par de ejemplos más con la intención de validar la hipótesis que planteo en este punto:

  • Que McDonald’s venda hamburguesas industriales no ha quitado el trabajo a los locales de hamburguesas gourmet cocinadas con productos de calidad y que son obra de equipos como Goiko Grill, The Fitzgerald, La Bistroteca o la Oval de Barcelona.

  • Que Nespresso distribuya café de cápsulas no ha quitado el trabajo a tostadores y cafeterías de café de especialidad como Toma Café o Right Side Coffee.

  • Que Primark fabrique camisas de cuello blanco no ha quitado el trabajo a firmas textiles internacionales como Tommy Hilfiger, Hugo Boss o Calvin Klein, con productos de excelente calidad.

Hablemos de la renta básica universal.

El debate de la renta básica universal está demasiado politizado y mi intención tampoco es alargar este post al doble, pero creo que si no construimos un futuro donde el trabajo no sea obligatorio, estaremos remando en el sentido equivocado.

–¿Y por qué le gustaría conseguir este trabajo?

–Porque necesito el dinero.

Me encanta mi trabajo. Tengo la suerte de trabajar en lo que más me gusta, de sentir que aporto valor a cientos de miles de usuarios personas y, gracias a mi trabajo, cada mañana de mi vida es una aventura distinta. Además, si no me pongo a romantizar con el argumento de “mi jefe son los clientes y usuarios de mis productos”, podríamos decir que mi único jefe soy yo mismo. Pero soy consciente de que esto es un privilegio del que no todo el mundo goza.

Existen trabajos tediosos, trabajos precarios, trabajos mecánicos y trabajos insufribles. Trabajos que causan ataques de ansiedad, que separan familias y parejas por culpa de localizaciones y horarios o que, directamente, perjudican tu salud mental o forma física. Creo en un futuro donde este tipo de trabajos no los realicemos nosotros (los humanos) y podamos utilizar ese tiempo para dedicarnos a nuestros hobbies, para estudiar e investigar (tanto con el objetivo de ampliar conocimientos y crecer personalmente como para aportar valor a la humanidad) o incluso a desempeñar actividades creativas, artísticas o de cualquier otro tipo que no requieran pasar 8 ó 10 horas al día durante 35 ó 40 años de nuestra vida haciendo algo que odiamos profundamente.

Posiblemente seamos muchos los que queramos seguir trabajando y también otros tantos podrán sacar rentabilidad de esos hobbies que hemos mencionado, pero confío en que la opinión de la sociedad con respecto a que todo el mundo debe tener un trabajo (o esa lacra que nos han inculcado a todos de que “el trabajo dignifica”), cambie radicalmente como otras muchas cosas han cambiado y evolucionado.

Qué nos pasará a los diseñadores de producto digital.

Si tuviese que resumir el proceso que seguimos en mi estudio para realizar un proyecto estándar de diseño de producto digital, en grandes rasgos comenzaría con una introspección en los planes de futuro y productos actuales del cliente, seguido de un research del mercado al que se quiere dirigir, y continuaría con la definición de flujos de navegación y wireframes, generación de una librería o sistema de componentes y estilos que conforman el producto y el diseño de las instancias o casuísticas del mismo; además de realizar distintos tests y validaciones en diversos puntos de este camino que hemos descrito. Esto es algo que a día de hoy no puede hacer una inteligencia artificial; pero algún día podrá. Y es entonces cuando volvemos al segundo punto que hemos tratado en este post.

Creo que si las necesidades actuales de tu negocio o proyecto las cubres con “profesionales” que encuentras en páginas como Fiverr, en las que un grupo de personas que cobran 2 dólares por hora utilizan plantillas y recursos gratuitos prefabricados para generar un logotipo, un flyer o una landing, muy posiblemente puedas obtener los mismos resultados o incluso mejores y más completos por el mismo o menor precio con una inteligencia artificial en un par de años meses. De igual manera que no creo en un futuro donde quepan las agencias de marketing que te venden una web en 10 días por 300 euros debido a que sólo tienen que cargar un WordPress en un servidor y modificar una plantilla que en algún momento compraron por 20 dólares.

Sin querer sonar hipócrita ni tampoco corto de miras, mi visión es distinta con respecto a los que nos dedicamos a analizar y razonar sobre comportamientos de usuarios para sacar conclusiones y, en base a ellas, tomar decisiones que pueden hacer que una empresa levante una ronda de 20 millones de euros o, por el contrario, reduzca sus beneficios y no pueda pagar las nóminas del trimestre siguiente. En especial, porque creo que el punto en el que más ventaja llevamos en esta “competición” (si la hay) es en el de la innovación. Una parte de nuestro trabajo consiste, efectivamente, en analizar cosas que hemos hecho en el pasado y que han funcionado para aplicarlas de nuevo; pero por otra parte, cuestionamos estos mismos puntos y diseñamos soluciones radicalmente distintas buscando factores diferenciales o innovación en los mismos. Y es así como surgen las tendencias y cómo tu producto se convierte en referencia.

Darwin afirmaba que “no sobrevirán las especies más rápidas ni las más inteligentes, sino las que mejor se adapten al cambio”. Los vendedores ambulantes de hielo que sobrevivieron fueron los que dejaron de vender hielo y pasaron a vender neveras antes de que fuese demasiado tarde. Para cuando “una máquina” haga el trabajo que hoy en día hago yo, confío en haberme sabido adaptar a tiempo para estar un escalón arriba y sobrevivir.

Si no soy capaz de conseguir esto, quizás yo también debía ser sustituido.

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Álvaro Bernal Álvaro Bernal

Este resumen de 2022 es mi post más personal

Aún no tengo claro el sentido que le quiero dar a este blog. Quizás este pequeño resumen de mi 2022 sea un intento de hacerlo algo más personal.

Nos vemos el año que viene.

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Álvaro Bernal Álvaro Bernal

Me he comprado un iPad para usarlo cuando estoy en el sofá

Reconozco que el título es un poco clickbait. Realmente la intención principal no es solamente usarlo en el sofá, pero sí es cierto que es el uso que más le doy. Y explicaré por qué.

Reconozco que el título es un poco clickbait. Realmente la intención principal no es solamente usarlo en el sofá, pero sí es cierto que es el uso que más le doy. Y explicaré por qué.

Cuando estoy en mi estudio, trabajo desde mi iMac 5K. Cuando no estoy en mi estudio, trabajo desde mi MacBook Pro. Consumo la mayor parte de contenido multimedia en mi Apple TV y para todo lo que se podría usar un iPhone, uso un iPhone. Entonces, ¿para qué quiero un iPad?

  1. Responder correos y ver noticias mientras desayuno, ya que intento no desayunar en el escritorio (aunque es lo que acaba sucediendo la mayoría de los días), para así cuando llegue a éste mi cuerpo y mi mente reaccionen en modo “okay, hora de currar a tope”.

  2. Consumir contenido y navegar más cómodamente que con el MacBook cuando estoy en un avión o en un tren.

  3. Dibujar con Paper o Procreate, aunque mi nivel me da mucha vergüenza.

  4. Leer (en la app de Kindle o Apple Books), pero fue la misma excusa que puse cuando me compré un Kindle y reconozco que lo uso mucho menos de lo que debería.

  5. Usarlo cuando estoy en el sofá, y de aquí el título del post. El contenido se consume mejor que en el iPhone, desde Twitter o Instapaper hasta TikTok, y te permite estar tumbado o recostado mucho más fácil que un MacBook. Cuando “no tengo nada que hacer” (siempre podría estar haciendo algo más productivo), normalmente estoy en el salón con algo puesto de fondo en el YouTube del Apple TV y viendo mi timeline de Twitter o mis artículos de Instapaper desde el iPad.

El iPad por el que he optado es un iPad Pro de 11” con 512 GB de almacenamiento y en color gris espacial, como todo lo que compro de Apple y que está disponible en gris espacial. Además, también he comprado (obviamente) el Apple Pencil y la carcasa Smart Folio. No he comprado un Magic Keyboard Folio ni ninguna carcasa con teclado o Trackpad porque me niego a convertir mi iPad en un MacBook; para eso tengo el MacBook. Pero reconozco que tampoco descarto hacerlo en un futuro.

No me imagino cambiando de iPad cada año, ni tampoco cada dos años, y reconozco que hay días que ni lo toco, pero pese a haber trabajado con iPad mucho tiempo, nunca había comprado uno para mí. El tiempo me dirá si se convierte en un indispensable dentro de mi día a día o si acaba expuesto en la estantería de mi salón junto a otras muchas cosas innecesarias que guardo.

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Álvaro Bernal Álvaro Bernal

Sobre TikTok y cómo consiguen generar valor para el usuario en sus propias acciones

No sé cuántos expertos en UX, sociólogos o grandes empresarios predijeron el éxito de una app como TikTok años atrás. En mi caso particular (y sin pecar de identificarme con alguno de los perfiles previamente mencionados), entendería que una app en la que los usuarios suben vídeos cortos (como stories) bailando y realizando retos pueda tener cierto éxito en una fase inicial debido a ser un formato relativamente novedoso, pero jamás hubiese predicho que ese mismo éxito se mantendría en el tiempo y fuese creciendo cada vez más.

TikTok está muy bien pensada, muy bien diseñada y muy bien desarrollada. No es un producto sencillo. Su feed se abre un hueco entre el funcionamiento estándar del resto de áreas de producto similares en su competencia (u otras aplicaciones con un papel importante en el mercado), pues mezcla los factores más fundamentales de, por ejemplo, los dos feeds de Instagram: el de posts y el de stories. Por un lado tenemos vídeos en gran formato (ocupando toda la pantalla) que van reproduciéndose uno detrás de otro, como si de stories de Instagram se tratasen, pero en ellos podemos realizar las acciones características de los posts de Instagram: likes, comentarios públicos, enlaces a otros perfiles o hashtags… me parece un planteamiento interesante y bastante bien ejecutado. Sus datos respaldan estas afirmaciones.

La semana pasada, un periodista de Xataka, Chema Valero, me hizo un par de preguntas acerca de patrones de uso de la plataforma y algunas de ellas han quedado reflejadas en este artículo que se publicó hoy. Creo que TikTok es una aplicación que debemos observar y de la que debemos aprender, quizás no muchas, pero si unas cuantas cosas.

Si tu usuario encuentra valor en ciertas acciones, no tendrás que suplicarle que las realice.

Llevo un considerable tiempo dedicándome a diseñar productos digitales. Plataformas webs, aplicaciones móviles, sistemas de información… una de las dudas más habituales que suele surgir en la mayoría de procesos de definición es dónde colocas correctamente el registro o acceso del usuario.

Un registro es algo muy sensible y delicado, y cada vez más (puesto que la preocupación de los usuarios por sus datos cada vez es mayor). Para poder pedir a un usuario que se registre en el momento en el que abre tu aplicación por primera vez, hay una serie de factores que debes cumplir si no quieres conseguir que la persona que acaba de descargar tu app la cierre y la borre acto seguido: debes de ser conocido (y por lo tanto, tener su confianza), debes de ser su banco o su servicio de referencia habitual, o debes haber explicado muy bien por qué es importante que se registre (por ejemplo, en un software de gestión). Me aventuro a presuponer que los creadores de TikTok eran conscientes de que no iban a ser reconocidos por miembros habituales de otras redes sociales y de que les costaría ganar la confianza necesaria por los usuarios como para pedirles que se registren sin que eso les conlleve un problema de captación y retención de los mismos. El hecho de querer encontrar valor para el usuario en ese registro de cuenta es una muy buena decisión de diseño de producto.

Actualmente cualquiera puede descargar TikTok y consumir su contenido nada más abrir la app por primera vez. Un vídeo tras otro, sin excepción. Y da la “casualidad” (que en realidad no lo es) de que este mismo contenido es potencialmente adictivo, pues muestra un feed de vídeos populares, cortos, que se reproducen automáticamente y que están editados para mostrar algo llamativo y/o sorprendente. Es difícil no engancharse al feed de TikTok, como lo es no engancharse a la tab de discover de Instagram o a Facebook Watch. Al final, los humanos no somos tan distintos de los gatos y nos fascinamos fácilmente con el movimiento rápido y constante y los sonidos desconocidos.

Es entonces, una vez que el usuario ha descubierto cierto contenido durante un corto periodo de tiempo, cuando siente que le gustaría mucho seguir a un número determinado de usuarios para no dejar pasar contenido nuevo y similar al que ya ha visto y ha disfrutado, así como guardar ciertos vídeos en sus likes (con mucho más protagonismo en el perfil que Instagram, por ejemplo, o Facebook, puesto que los usuarios lo utilizan como una herramienta de guardado y almacenaje) o, por qué no, generar él mismo contenido similar. Y es entonces cuando TikTok pide a este usuario que cree una cuenta.

Pide a tus usuarios (los cuales no conocen nada sobre ti ni saben realmente qué tipo de contenido van a encontrar en la aplicación) que creen una cuenta nada más descargar tu plataforma, y seguramente tendrás un amplísimo abismo y número de desinstalaciones. Genera valor en la acción de registro y haz que el usuario perciba por qué es positivo para su experiencia, y se registrará encantado.

Estudiar a tu nicho es importante.

Como he mencionado anteriormente, en TikTok podemos observar muchas decisiones brillantes de diseño de producto. Una de ellas, sin duda, es prestar atención al nicho sobre el cual van a volcarse. Más allá del mercado asiático (lugar de origen de la app), donde la sociedad y sus patrones de uso son totalmente distintos a la occidental, la mayoría de usuarios de TikTok son adolescentes y menores de edad. No es en absoluto raro encontrar usuarios de 15 y 16 años con varios millones de seguidores. Y sin ir más lejos, la usuaria más popular, Loren Gray, tiene 17 años y más de 35 millones de followers.

Situar a TikTok como referente en estudios de usuario, observar cómo han identificado su nicho y explotado al máximo sus recursos y cómo han centrado su funcionamiento haciendo foco en el contenido que ellos mismos producen (puesto que es lo que demandan) me parece una decisión brillante. Y creo honestamente que si en el sector del research y la experiencia de usuario no se valora lo suficiente a TikTok es, precisamente, porque los profesionales de este mercado no suelen (solemos) ser potenciales usuarios de la plataforma. Pero eso no significa que no podamos extraer de TikTok algunas referencias muy interesantes para nuestro trabajo diario.

Como apunte final solamente me gustaría remarcar otro detalle que simplemente demuestra la investigación sobre comportamiento de los usuarios que hay detrás de la aplicación. Cuando un usuario de TikTok genera un vídeo nuevo, automáticamente se almacena en la galería de su dispositivo, además, con una marca de agua en continuo movimiento que menciona el nombre de usuario del miembro de la plataforma en cuestión. Aquí podemos observar que han contemplado que muchos usuarios suben sus vídeos de TikTok a otras plataformas, generalmente Instagram. Añadiendo el nombre de usuario a esta marca de agua no sólo generas interés por la aplicación en aquel que consume ese contenido fuera de la plataforma, sino también interés por el perfil de un usuario en concreto, y esto nos sitúa un paso más cerca de conseguir una acción de engadgement.

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Álvaro Bernal Álvaro Bernal

El año nuevo me trae un portfolio nuevo

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¿Hasta cuándo se puede decir lo de “el año nuevo”? Ya estamos a mitad de febrero, y además este mes es más corto de lo normal.

Pero de lo que vengo a hablar: que ya tengo desplegada mi nueva web. He tardado años en tener una web decente, por lo mismo por lo que tampoco la tiene mi estudio de diseño: porque dedicamos todo el tiempo a otras cosas que nos dan dinero. Al menos, directamente.

El portfolio no está para nada completo, aún me faltan muchos proyectos por añadir, así que lo iré actualizando poco a poco. Y aunque he pasado delante de Squarespace más horas de las que seguramente puedo permitirme, es posible que aparezca algún bug por ahí, así que si me lo dices te estaré eternamente agradecido.

Bienvenido o bienvenida a mi nueva página. Ha tardado años en llegar, espero que dure lo mismo.

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Hagamos algo bueno juntos.

Si crees que puedo aportar valor a tu proyecto me encantaría tomarme un café contigo.